Atila |
En aquel momento, el poder de los hunos, asentados en Panonia (la actual Hungría), se extendía desde el mar Caspio hasta los Alpes; y se basaba en un ejército compuesto en gran parte por germanos, en el que figuraban consejeros romanos (Orestes) y griegos (Onegesies). Atila lanzó primero sus ataques contra el Imperio Romano de Oriente, al cual sometió al pago de gravosos tributos: en 441-43 llegó hasta las puertas de la capital, Constantinopla; y en 447-49 recorrió los Balcanes hasta Grecia.
Posteriormente, sus expediciones se dirigieron contra Occidente. En el 451 invadió la Galia, incitado por el rey vándalo Genserico a atacar el reino visigodo de Tolosa; tras arrasar Metz y asediar Orléans, fue derrotado en la batalla de los Campos Cataláunicos (cerca de Troyes) y hubo de retirarse.
En el 452 invadió el norte de Italia, arrasando Aquileya, Milán y Padua; las poblaciones aterrorizadas huyeron de las ciudades y se refugiaron en las montañas o en las lagunas del Adriático, momento del que data la fundación de Venecia. El emperador romano de Occidente, Valentiniano III, parecía a punto de sucumbir ante el empuje de Atila; fue el papa León I quien detuvo la invasión, pactando con el huno su retirada a cambio de pagarle un tributo. Atila se retiró nuevamente a Panonia, en donde murió víctima de un ataque de apoplejía en su noche de bodas.
El poderío que Atila había aportado a los hunos, unificando las tribus y lanzándolas a audaces empresas de conquista, desapareció tras su muerte; a las disensiones internas se añadió la peste, que dejó diezmados a los hunos frente al ataque germánico encabezado en el 454 por Arderico, el cual destruyó el imperio del hijo y sucesor de Atila, Elac, y forzó su marcha hacia la zona del Volga. En lo sucesivo, los hunos no volverían a amenazar Europa, e incluso se convirtieron en un bastión que la protegió de la amenaza de los mogoles.
El poderío que Atila había aportado a los hunos, unificando las tribus y lanzándolas a audaces empresas de conquista, desapareció tras su muerte; a las disensiones internas se añadió la peste, que dejó diezmados a los hunos frente al ataque germánico encabezado en el 454 por Arderico, el cual destruyó el imperio del hijo y sucesor de Atila, Elac, y forzó su marcha hacia la zona del Volga. En lo sucesivo, los hunos no volverían a amenazar Europa, e incluso se convirtieron en un bastión que la protegió de la amenaza de los mogoles.
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